El objetivo de la guerra en el sur contra los realistas era
combatir los ejércitos partidarios del rey y culminar así la independencia
de América. En septiembre de 1823 el general Sucre llegó a Lima, donde
encontró una situación llena de escollos. Con el Libertador Simón Bolívar
organizó el ejército insurgente, compuesto por colombianos, chilenos,
argentinos, peruanos y europeos. Con este ejército el Libertador dio las
últimas grandes batallas de la liberación, contando con el apoyo leal y
decisivo del general Sucre. El 6 de agosto de ]824, el Libertador derrotó al
general José de Canterac en la batalla de Junín; éste fue su último triunfo
militar en la guerra. Las tropas realistas se retiraron con el mayor
desorden. Bolívar entregó el mando militar al general Antonio José de Sucre,
a quien le correspondió dirigir la última batalla de la Independencia de
América: la Batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824. En Ayacucho se
enfrentaron 6879 soldados patriotas, bajo el comando del general Sucre,
contra 10.000 soldados realistas, de los cuales siete mil eran indios y
mestizos partidarios del rey de España. Las divisiones patriotas de José
María Córdova, Jacinto Lar y José de La Mar, se enfrentaron a las divisiones
realistas de Alejandro González Villalobos, Antonio Monet y Jerónimo Valdés.
A las 11 de la mañana del 9 de diciembre, los dos ejércitos se hallaban en
plena acción. El encuentro favoreció inicialmente a los españoles, hasta
cuando entró la infantería de la primera división, comandada por el general
José María Córdova. Con su empuje y heroicidad, el ejército patriota
consolidó la ofensiva arrojándose contra los realistas, que empezaron a
desorganizarse, hasta que a la una de la tarde el triunfo coronó los
esfuerzos de los patriotas. Las tropas del rey sufrieron la más grande
derrota: 2.000 muertos, 600 heridos y 2.000 prisioneros; los patriotas
tuvieron 500 muertos y 600 heridos. En pleno campo de acción de Ayacucho se
concertó la capitulación entre el derrotado general José de Canterac, pues
el virrey José de La Serna no pudo hacerse presente por hallarse herido y
prisionero, con el general Antonio José de Sucre. En la capitulación de
Ayacucho, cuya victoria selló la independencia definitiva de América, se
reconoció la independencia del Perú y la desocupación de todos los
territorios que se hallaban en posesión de los realistas.
Sobre el triunfo de Sucre en Ayacucho, el Libertador Simón Bolívar expresó:
“El general Sucre es el padre de Ayacucho”
EL GRAN MARISCAL Y LA BATALLA DE AYACUCHO
El 9 de Diciembre de 1824 se libró en tierras peruanas la gloriosa Batalla
de Ayacucho, acción bélica que selló definitivamente la Guerra Emancipadora
en el Continente Latinoamericano, al derrotar al Ejército Realista y
permitirle al General Antonio José de Sucre conducir y dirigir el triunfo
del Ejército Libertador, uniendo solidariamente a los soldados de Venezuela,
Colombia, Ecuador, Panamá, Argentina, Perú, Bolivia y Chile bajo un sólo y
gran ideal americanista: Libertad, Paz y Justicia.
Esta Batalla le permitió al General Sucre investirse de la Gloria
Continental y obtener del Congreso peruano el título de Gran Mariscal de
Ayacucho, confirmando al General Simón Bolívar como Libertador de cinco
naciones. Sucre fue ante todo garantía de triunfo sus Arengas y la
Inspiración en el Libertador le permitió estimular a sus unidades de combate
motivándolos a pelear como un solo hombre, con bravura, mística, arrojo y
disciplina.
El Campo de Ayacucho es una meseta inclinada que está ubicada a 3.360 metros
sobre el nivel del mar con una longitud de 1.200 metros y una anchura
aproximada de 675 metros se encuentra rodeada de pequeños cerros y surcada
por valles y barrancos que obstaculizan las maniobras por su irregularidad
topográfica, elemento que fue estudiado en forma minuciosa por el Gran
Mariscal de Ayacucho a objeto de minimizar la supremacía numérica del
enemigo a combatir.
En este campo se enfrentaron 9.310 efectivos de los componentes realistas
apoyado por una caballería que numéricamente era el doble a la patriota y
contando con 17 pieza de artillería, mientras que el Ejército Libertador
sólo estaba formado por 5.780 plazas, una reducida caballería y una sola
unidad de artillería; a ello se unía el dominio que durante 14 años los
Ejércitos Españoles poseían sobre esta parte del continente y el
conocimiento geográfico de la región.
El Mariscal Sucre muy hábilmente y durante seis días condujo a sus tropas a
este escenario evitando las marchas forzadas que pudieran extenuar a los
soldados y motivándolos a la victoria. Situado en el campo y en la tarde del
8 de Diciembre su espíritu resuelto estableció como estrategia no dejar
entrar a los españoles en masa a la meseta y batirlos en la misma medida en
que las unidades realistas lo intentarán, estrategia y tácticas se
conjugaron para permitir aquel 9 de diciembre de 1824 la aurora de la
libertad iluminará a los hijos de este Continente.
En toda acción de guerra existen dos expresiones del propio combate: la
victoria y la derrota. Estamos convencidos que la actitud del vencedor para
con el derrotado es tan importante como la Batalla misma, de ello quedará la
frase imperecedera en el tiempo “Gloria al vencedor y Honor al vencido” de
esta manera se pudo sellar definitivamente la libertad Sur Americana. La
Capitulación de Ayacucho convirtió a Sucre en un monumento a la piedad y en
el cerrojo definitivo para la independencia Americana.
El Mariscal Sucre fue todo destreza, hombre de sabia conducción y sus
unidades llenas de vida por la libertad cumplieron con su responsabilidad
ante la historia, su conductor cumplió al pie de la letra las instrucciones
del Libertador Simón Bolívar y correspondió a la confianza depositada en él.
“Ayacucho fue la cumbre de la gloria de América y la obra del General Sucre.
La disposición de ella fue perfecta: maniobras hábiles y prontas
desbarataron en una hora a los vencedores de catorce años y a un enemigo
perfectamente constituido y hábilmente mandado”
Stte (Ej) Luis Falcón Salazar
Oficial B/R “Batalla de El Juncal”
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