PALABRAS DEL ECONOMISTA LUIS XAVIER GRISANTI, EN EL ACTO DE FUNDACION DE LA ASOCIACION CULTURAL CORSOS DE VENEZUELA,

RESIDENCIA DEL EMBAJADOR DE FRANCIA EN VENEZUELA

CARACAS, 11 DE OCTUBRE DE 2006

Exmo. Señor Embajador de Francia, Pier Jean Vandoorne, y demás miembros de la Embajada Francesa en Venezuela.

Estimadas paisanas y paisanos,

Señoras y Señores: 

El Comité Organizador de la Asociación Cultural Corsos de Venezuela, integrado por Elisa Arraíz Lucca, Edmond Benedetti, Francisco Morandi, Evelyn Paván Prosperi, Martín Prosperi,  Marianella Santelli y quien les habla, me ha conferido el honor de dar unas palabras en este auspicioso acto, que reúne, por primera vez, a la comunidad venezolana de origen corso en la sede de la Embajada de Francia en Venezuela. Queremos testimoniarle al Señor Embajador, Pier Jean Vandoorne, nuestro profundo agradecimiento por el interés que ha desplegado y por el entusiasta apoyo a la realización de este antiguo sueño, hoy hecho realidad.

          Le Comité Organisateur de l’Association Culturelle Corses du Venezuela, consitué par Elisa Arraíz Lucca, Edmond Benedetti, Francisco Morandi, Evelyn Paván Prosperi, Martín Prosperi, Marianella Santelli et celui qui parle, m’a accordé l’honneur de pronocer quelques mots dans cet acte auspicieux qui réunit, pour la première fois, la Communauté vénézuélienne d’origine corse au siège de l’Ambassade de France au Venezuela. Nous voulons témoigner à Monsieur l’Ambassadeur Pierre Jean Vandoorne, nos profonds remerciements pour l’intérêt qu’il a déployé, ainsi que pour son enthousiaste appui à la réalisation de cet ancien rêve, aujourd’hui devenu réalité. 

Con este augusto y caluroso acto se inician formalmente las actividades que nos disponemos emprender para rescatar el acervo histórico de una comunidad de inmigrantes que, al entrelazarse e integrarse plenamente con la gran familia venezolana, ha realizado contribuciones significativas al desarrollo cultural, científico, empresarial, económico, democrático y político-institucional de Venezuela durante más de un siglo y medio. 

         Varios acontecimientos propicios han dado forma y contenido a la Asociación. Primero, la elaboración del portal electrónico, Corsos de Venezuela, gracias a las destrezas del ingeniero Francisco Morandi, quien, desde Washington, ha integrado a más de 200 miembros en la actualidad, permitiendo el reencuentro de muchos paisanos y familiares que en algunos casos no se conocían, además de iniciar el acopio de una biblioteca virtual con valiosos documentos históricos sobre la inmigración corsa a Venezuela. 

Segundo, la redacción del proyecto de Acta Constitutiva y Estatutos por parte del Dr. Héctor Grisanti Luciani, ex magistrado de la Corte Suprema de Justicia. El Acta Constitutiva y Estatutos fue sucesivamente revisado por los abogados Edmond Benedetti y Marianella Santelli, con aportes del Comité Organizador y de los abogados Marco Angeli Luciani, Marisol Sarría Pietri y Ricardo Tamayo Benedetti. 

Estas acciones fueron precedidas por la publicación hace dos años de la novela Te Pienso en el Puerto, de la escritora Elisa Arraíz Lucca, la cual rememora la vida y los sueños de sus antepasados corsos venidos a Carúpano durante el siglo XIX.  

         Durante este último año, las casas de Evelyn Paván Prosperi, Martín Prosperi y de este servidor han servido de punto de encuentro para pensar, soñar y planificar las futuras actividades de la nueva Asociación. 

         Por una feliz coincidencia del destino o de la Providencia, en los últimos tres años han desempeñado altas funciones en Venezuela tres representantes franceses oriundos de la isla de Córcega. Se trata de Pascal Maccioni, jefe de la oficina comercial de Francia en Venezuela y el Caribe, uno de nuestros primeros miembros; de Georges Buresi, presidente de Total Venezuela; y de Pierre Thomé, ex representante del Banco Paribas en Venezuela. Todos ellos han participado de este proyecto con entusiasmo.  

Los historiadores dividen los ciclos históricos de Venezuela en tres períodos: el XVIII fue el Siglo del Cacao, el XIX el del café y el XX el Siglo del Petróleo. La prolongada guerra de Independencia suramericana devastó las cosechas y la población venezolana, calculada en 800 mil almas en 1810, sufrió una pérdida de 150 mil hombres en la lucha por la emancipación.  

En su Historia Fundamental de Venezuela, el historiador José Luis Salcedo Bastardo (1996), afirma: “la guerra de liberación, tan cruenta y prolongada, desquicia económicamente a Venezuela. Casi determinó un cese brusco de la producción agrícola…ésta baja en forma impresionante: de las 110.000 a 120.000 fanegas de cacao que salían por el puerto de La Guaira en los años anteriores al movimiento del 19 de abril, se desciende a unas 25.000 fanegas después de 1816…         

Con la desintegración de la República de Colombia La Grande en 1830, el nuevo presidente de Venezuela, José Antonio Páez, acoge las recomendaciones de la Sociedad de Amigos de la Economía Venezolana, cuyo presidente era el eminente médico, Dr. José María Vargas, Rector de la Universidad Central de Venezuela. La Sociedad de Amigos aconseja estimular la inmigración procedente, primero, de las Islas Canarias y, más tarde, de Europa y Asia. Es así como el caudillo llanero emite en 1831 el primer decreto de incentivos a la inmigración, a fin de repoblar y recuperar la devastada economía nacional.  

Venezuela fue durante la Colonia y los primeros cien años de vida republicana, un país agrícola y ganadero, de profundo arraigo rural. Como lo demuestra el economista Asdrúbal Baptista (1991) en su enjundioso compendio Bases Cuantitativas de la economía venezolana (1830-1989), el valor de la producción agrícola nacional muestra, con marchas y contramarchas, una clara tendencia creciente desde 1830 hasta 1858, al pasar de Bs. 25 millones a un record histórico de Bs. 87 millones. La Guerra Federal (1859-1863) diezmó la producción en un 60%, al caer a sólo Bs. 36 millones en 1867 (a precios de 1936).   

         La producción agrícola retoma su tendencia expansiva, con altos y bajos, hasta lograr un nuevo valor record de Bs. 203 millones en 1899. Ese año el general tachirense Cipriano Castro toma el poder por la fuerza. Una crisis mundial del café y el cacao y el enfrentamiento del dictador con las grandes potencias europeas causan una nueva merma de la actividad agropecuaria, la cual disminuye un 52% para 1902, a sólo Bs. 98 millones.  

La agricultura recupera su desempeño ascendente, con una pausa durante la Primera Guerra Mundial, hasta 1930, cuando a raíz del surgimiento de Venezuela como potencia petrolera y por la reverberación mundial de la Gran Depresión de Estados Unidos, se clausura el ciclo productivo de la agricultura en el país y comienza el del petróleo. Entre 1929 y 1934, el valor de las exportaciones agrícolas y pecuarias de Venezuela baja un 30%, al pasar de Bs. 91,4 millones a sólo Bs. 64 millones. 

El historiador J.M. Siso Martínez (1958), en su libro 150 años de vida republicana,  señala que Venezuela fue el primer y segundo país exportador de cacao y café del mundo hasta 1915, respectivamente. Un año antes, en 1914, se produjo el reventón del pozo Zumaque en el Campo Mene Grande del Estado Zulia, que dio inicio a la explotación petrolera a gran escala. Para 1928, los ingresos de divisas por exportación petrolera sobrepasaron por primera vez –y para siempre- los de la agricultura, la ganadería y la minería juntos (café, cacao, añil, tabaco, ganado, madera, oro y otros).   

El Great Crash de 1929 y el nuevo papel de Venezuela como el primer país exportador de petróleo del mundo a partir de 1928 –posición que va a mantener hasta 1970-, terminan por abatir en forma irreversible la agricultura en Venezuela, cuyo nacimiento y progreso como nación estuvo tan ligado a la prosperidad material, social e intelectual alcanzada por el país a través de la cultura del cacao y del café.  

Es posible colegir que los incentivos a la inmigración adoptados por los presidentes, desde Páez hasta Guzmán Blanco, tuvieron alguna influencia en atraer las primeras olas de inmigrantes al país, entre ellas, la proveniente de la isla francesa de Córcega. El historiador Nikita Harwicht Vallenilla (1992), en su ensayo La Red Comercial Corsa y el Desarrollo de la producción de cacao en el Oriente venezolano 1830-1930, atribuye al empuje empresarial y a la mística de trabajo de los inmigrantes de la isla natal de Napoleón Bonaparte, el auge de la economía oriental venezolana desde 1830 hasta el inicio de la Gran Depresión de los años 30. 

Alejandro de Humboldt y Aimé Bonpland, en su expedición científica a Venezuela, iniciada en Cumaná en 1799,  identifican el número de árboles de cacao de los valles de Carúpano, Río Caribe, Irapa y otras localidades en la Península de Paria. En su obra clásica Resumen de la Geografía de Venezuela (París, 1841), el sabio italiano Agustín Codazzi registra el particular atractivo de la Península de Paria: 

“Vastos bosques que aún cubren con su vegetación la parte más rica del área y aquella que se encuentra más cercana al Golfo (de Paria) y sólo el temor a las fiebres causado por el terreno pantanoso ha impedido un auge de población. Estos distritos sólo necesitan ser desmontados y cultivados para cambiar su situación y presenciar el asentamiento de tierras vírgenes escasamente habitadas.” 

Harwicht Vallenilla indica que los antiguos resguardos indígenas de la región fueron abiertos al arrendamiento privado conforme a una legislación grancolombiana promulgada en 1821. A partir de 1840, el gobierno de Venezuela tuvo como práctica declarar del dominio público por baldías las tierras sobrantes de los antiguos resguardos, es decir, disponibles para la venta en propiedad privada. En 1848, la Ley sobre Baldíos facilitó la adquisición de numerosas parcelas. 

Despuntó así, agrega el historiador venezolano, un “frente pionero del cacao con propiedades pequeñas y medianas –entre 20 y 100 hectáreas…en los pueblos de Tunapuy y Tunapuicito, en el corazón del hinterland cacaotero de Carúpano (y Río Caribe). Alrededor de Guiria…dentro del triángulo formado por los asentamientos de Irapa, Soro y Punta de Piedra-Yoco…y finalmente…más allá del valle de San Bonifacio hacia los caños pantanosos del Río San Juan. Se trataban aquí de propiedades…con un promedio de 20.000 árboles…” 

La Península de Paria desarrolló una pujante economía fundada en el cacao, a pesar de que durante el siglo XIX el café reemplazó al primero como principal fuente de ingresos fiscales y de exportación de la nación. Pero en el Oriente venezolano, el cacao llegó a representar entre el 73% y el 93% del valor total de las exportaciones embarcadas desde Carúpano, el primer puerto de la región desde mediados del siglo XIX hasta las primeras tres décadas del siglo XX.  

El auge de Carúpano y de otros pueblos circundantes como Río Caribe fue tal que la primera superó en población a Cumaná, capital del Estado Sucre, en 1920. En 1878, Carúpano inauguró un cable submarino que llegaba al puerto de Le Havre en Francia, se instaló la red de telégrafos con el resto del país en 1880, construyó un moderno acueducto en 1896 y la ciudad contaba con un sistema de luz eléctrica, una red telefónica y un tranvía para 1899. En estas realizaciones jugaron un papel preponderante los tenaces y laboriosos inmigrantes corsos y sus primeros descendientes. 

El investigador francés, Jean-Baptiste Canarelli, en su ensayo L´émigration et la presence corse au Venezuela, observa que una importante comunidad procedente de la isla de Córcega se estableció, después de la Independencia de Estados Unidos, en las Antillas Francesas (Guadalupe y Martinica) y en Puerto Rico, Trinidad y Tobago y Saint Thomas. La llegada a Venezuela fue una extensión lógica para los primeros comerciantes corsos.  

Los primeros inmigrantes de Córcega arribaron al Oriente venezolano después de la Independencia –Antonio Oletta, José Vicente Franceschi y Juan Bautista Lucca a Carúpano, en 1821, 1828 y 1833, respectivamente, seguidos por los hermanos Francisco y Cayetano Morandi, Domingo Alegrini, Juan Luigi, José Gregorio Lyon, Tomás y Benito Massiani, también a Carúpano, además de Angel Andrés Franceschi y más tarde, Gerónimo y Andrés Pietro, Vicente Grisanti y Domingo Luciani, quienes llegaron alrededor de 1845 a Río Caribe; Vicente Velutini y los Penzini, a Barcelona. Hijo de Vicente Velutini es el general José Antonio Velutini, nacido en Zaraza, Estado Guárico, en 1842. 

Harwicht Vallenilla distingue dos oleadas de inmigración: la primera se hizo sentir alrededor de 1830 y la segunda alrededor de 1870. Otra pujante comunidad corsa fue estableciéndose en el Estado Bolívar, principalmente en la ciudad epónima de El Libertador, Ciudad Bolívar, además de la región central (Estados Miranda, Carabobo, Aragua y Yaracuy), en los Andes y en el Estado Zulia.  

El profesor Rafael Cartay, en su obra Historia económica de Venezuela (1830-1900), hace referencia a un reportaje realizado por un diario francés en 1936, según el cual un censo realizado ese año reveló que Venezuela contaba entonces con 6.000 corsos, divididos en 124 familias, 20 de las cuales todavía hacían vida en Carúpano.  

En su ensayo El Centenario del nacimiento del doctor y general Juan Pietri, el doctor Luis Francisco Calvani revela que del primer grupo de inmigrantes son Gerónimo Pietri, nativo de Centuri, y más tarde Andrés Pietri Bonifacio, nacido en Ersa, ambas poblaciones del Cabo Corso. Se radicaron en Río Caribe alrededor de 1840, después de una breve estada en Carúpano. Gerónimo contrajo matrimonio en Córcega con su paisana Ángela María Franceschi, y Andrés se casó con la hija de éstos, Catalina Pietri Franceschi, ya en Venezuela. 

Andrés y Catalina son los padres del doctor y general Juan Pietri Pietri, nacido en Río Caribe en 1849. El joven médico graduado en la Universidad de Montpellier y en la Sorbona de París impresionó por su personalidad y conocimientos científicos a la Caracas guzmancista. Abrazó más tarde la carrera política y militar, llegando a ser jefe del Estado Mayor del general  Joaquín Crespo durante la triunfante “Revolución Legalista” de 1892. Fue ministro de Relaciones Exteriores y de Hacienda, ministro plenipotenciario (simultáneamente) en Alemania, España, Inglaterra y el Vaticano y agente confidencial en Francia, y encargado de la Presidencia de la República. 

En la semblanza biográfica que del doctor Pietri hace Calvani, destaca su condición de “fervoroso patriota, amante vehemente de la libertad, entusiasta defensor de los ideales democráticos, de gran carácter y firme resolución.” El  reconocido jurisconsulto, Dr. Aníbal Dominici, también de ascendencia corsa, agrega la vocación del doctor Pietri por la literatura: “sus estudios literarios abrazan cuatro literaturas, y en todas ellas posee conocimientos notables; la latina, en la cual le son familiares los clásicos; la francesa, en que conoce todos los grandes escritores…; la italiana, en donde lo encantan Dante, Tetrarca, Ariosto, Alfieri…;  y la española…pues si es verdad que se educó y se formó en Francia, no lo es que haya cesado de ser hijo de Venezuela con el alma y el corazón, por lo que ama la literatura castellana como la literatura de la patria, y lo deleitan Cervantes, Calderón, Moreto y los luises…” 

Este legendario riocaribero es el abuelo del eminente novelista y hombre público venezolano, Dr. Arturo Úslar Pietri, quien dijo de su “granpapá”: “tuvo la pasión de Venezuela metida en los tuétanos. Quería engrandecerla, quería hacerla a la imagen de sus ideales, quería darle las dimensiones materiales y morales de su pasión.” Juan es abuelo de Andrés y Alfredo Boulton. Es también tío de los hermanos Luis Gerónimo, Alejandro y Andrés Pietri Méndez, juristas destacados los dos primeros y galeno el tercero. Andrés, a su vez, es el padre de doña Alicia Pietri de Caldera, fundadora del Museo de los Niños y ex primera dama de la República. 

Me atrevo a afirmar que las semblanzas que Calvani, Dominici y Úslar realizan de Juan Pietri pintan con gran exactitud el carácter y la vocación emprendedora de los primeros corsos y de sus descendientes, quienes se sobreponían a las guerras civiles del siglo XIX y al declive de la agricultura en el siglo XX, para continuar brindándole al país lo mejor de su talento y de su espíritu empresarial hasta nuestros días, como fue demostrado cuando el dictador Cipriano Castro dispuso en 1908 la expulsión de un amplio grupo de empresarios y personalidades corsas de Carúpano por adversar su régimen, exilándose por un tiempo en Trinidad.  

El historiador Manuel Rodríguez Campos expresa que la inmigración a Venezuela sufrió una pausa durante la Guerra Federal; pero se reanuda a partir de 1876, durante el primer período presidencial de Guzmán Blanco, conocido como El Septenio.  

Durante la segunda ola de inmigración, fundan familias en Venezuela, entre otros, León Santelli, Quirico y Ambrosio Prosperi, quienes llegaron hacia 1873, los hermanos Andrés y Antonio Ángel Antoni, Juan Francisco Benedetti y su sobrino Luis, Antonio Vincentelli Orsini, los hermanos Raffalli y Marco Angeli, en Carúpano; Noel, Francisco y Pedro Luciani, y Erasmo Calvani, en Río Caribe, los Pagazzani en Güiria, los Consalvi y Paoli en Mérida; los Giliberti a Caripe, Estado Monagas, y Clemente Leoni, y sus dos hermanos en El Manteco, Estado Bolívar, así como los Orsoni, Valery y Palazzi.  

Hijo de don Clemente fue el Dr. Raúl Leoni, uno de los fundadores de la democracia venezolana, presidente de la Federación Venezolana de Estudiantes en 1928, ministro del Trabajo, senador y presidente del Congreso Nacional, co-redactor de la Constitución Nacional de 1961, la de más larga duración en la historia republicana de Venezuela y tercer presidente de la República electo por sufragio universal para el período constitucional 1964-1969.  Durante su ejercicio presidencial, tuvo lugar la primera visita de un presidente de Francia a Venezuela, el general Charles de Gaulle. 

De reciente publicación es la biografía del Dr. Leoni escrita por el abogado y poeta, miembro de la Academia de la Lengua, Rafael Arraíz Lucca. La biografía del presidente Leoni fue publicada por la Biblioteca Biográfica Venezolana, bajo el patrocinio del diario El Nacional y el Banco del Caribe, en la ocasión del centenario de su nacimiento, en 2005. Dirige la Biblioteca Biográfica Venezolana, el también escritor y miembro de la Academia de la Historia, embajador Simón Alberto Consalvi, ex Canciller de la República. Es de notar la interesante coincidencia de que Leoni, Consalvi y Arraíz Lucca son descendientes de inmigrantes corsos. 

La inmigración continuó, quizás con menor intensidad, durante las primeras dos décadas del siglo XX.   

La influencia determinante de la inmigración corsa en el desarrollo de la agricultura del cacao en el Oriente venezolano, se evidencia también en el cambio de destino de las exportaciones. Durante la época colonial y las primeras décadas después de la Independencia, los destinos tradicionales fueron San Sebastián, Santander, Bilbao y Barcelona, aunque también se utilizó la isla de Puerto Rico como centro de redistribución. Sin embargo, Francia pasa a ser gradualmente el principal destino entre 1860 y mediados de 1930, y los puertos de desembarque fueron principalmente Le Havre, Burdeos-Paullac y Marsella.   

Se fundaron en Carúpano y Río Caribe casas de comercio y se reconstruyeron haciendas de cacao que prueban la iniciativa empresarial de los primeros inmigrantes, como Juan Orsini & Hijos, Benedetti Hermanos, Prosperi Hermanos, y más tarde en 1892, Prosperi & Cia., Lucca Hermanos & Cia., Antoni Hermanos & Cia., León Santelli & Hijos, Andrés Pietri & Hijos, José Franceschi & Cia., Tomas Massiani & Cia., Raffalli Hermanos & Cia., A. Franceschi e Hijos, Domingo Luciani & Cia, Vicente Grisanti & Hijos, etc.  

Algunas de estas casas comerciales llegaron a tener oficinas en buena parte del territorio nacional y sucursales en París y en Londres, entre ellas, la Casa Prosperi, dirigiga por Martín Prosperi a partir de 1914. Se estima que don León Santelli, por ejemplo, llegó a tener 700.000 árboles de cacao en varias fincas con una superficie aproximada de 1.200 hectáreas. Hoy día, Alberto y Vicente Franceschi todavía desarrollan con dedicación la producción y el comercio del cacao en Carúpano y a fines de 2006 inaugurarán una nueva planta. Los Franceschi, junto a los Prosperi, son en pleno siglo XXI, los principales exportadores de cacao de Venezuela. 

Iniciativas determinantes para el desarrollo infraestructural, económico y cultural del Oriente venezolano fueron promovidas por los inmigrantes oriundos de Córcega. Alberto Franceschi y Pablo Properi fueron presidentes de la Junta Directiva de la compañía del acueducto de Carúpano; Domingo Pietri fue fundador y administrador de la compañía de tranvías; y Antonio Vincentelli Santelli fue el superintendente de la compañía de teléfonos.  

En Río Caribe, el corso Domingo (Dominique) Mateo Luciani Orsini, oriundo de Pino en el Cabo Corso, cuyo pasaporte se conserva y tiene fecha de expedición en Bastia en 1844, fue el fundador de la familia en Venezuela. Gran emprendedor, entre sus diversas iniciativas se registra el haber dotado a su pueblo adoptivo de su primera planta eléctrica. Estableció también haciendas de cacao (Corona y Catauro), de ganado en Quebrada Seca y de cañamelar en Vuelta Larga, muy cerca de Playa Medina. Y si se me permite una referencia familiar, en su amplia casa La Viña, al lado del Río Nivaldo, pasaron su luna de miel en 1916, mis abuelos, Jesús Emilio Grisanti y Lucrecia Luciani Franceschi de Grisanti. 

En 1895, se fundó la Cámara de Comercio de Carúpano, siendo elegidos presidente, vicepresidente y tesorero, Luis Massiani, Gabriel Raffalli y Francisco Santelli, respectivamente. De los ocho miembros de la Junta Directiva de la Cámara, siete eran de origen corso, incluyendo a Juan Antonio Orsini, Pablo Prosperi, Juan Francisco Benedetti y Antonio Vincentelli Orsini.  

El Teatro de Carúpano, construido en 1896, fue iniciativa de Aurelio Lyon, Manuel Russián y Luis Massiani. El Círculo Francés (Cercle Francais) fue fundado en 1880 y la Sociedad Colombina en 1892. Estas iniciativas dieron esplendor a la vida cultural de Carúpano, al igual que el Teatro de Río Caribe, donde se realizaban presentaciones de acreditadas compañías de teatro traídas de Francia e Italia.  

Los inmigrantes corsos estimularon en sus hijos el amor por la patria y sus libertadores. En 1921, se constituye en el Distrito Arismendi del Estado Sucre (Río Caribe y Chacaracuar), la Junta para la Celebración del Primer Centenario de la Batalla de Carabobo. Su directiva está presidida por Andrés Franceschi Cedeño y son sus miembros, entre otros, el médico Juan Otaola Rogliani, Baldomero Hernández Franceschi, Nicolás Flores, J. M. Arroyo y el también médico, Pedro Rafael Fígallo. 

En 1928, se establece una Junta para la celebración de los carnavales, “a la altura de la civilización,” como reza una resolución. Preside la Junta, Juan M. Paván, y la integran, entre otros, el doctor Alberto Díaz, Jesús Venturini, Andrés Eusebio Lairet, Arturo Hernández Calvo, Luis Félix Luciani Franceschi, Juan y Carlos Luciani, Gerónimo Arismendi, Francisco Antonio y Jesús Emilio Grisanti, Pedro Ortega, Juan Urgelles, Andrés y Antonio J. Franceschi y Juan Otaola Rogliani. 

Hijos y nietos de inmigrantes corsos jugaron roles relevantes en la política local y nacional. Juan Antonio Orsini fue electo presidente del Consejo Municipal del Distrito Bermúdez en 1894. El general José Antonio Velutini y el doctor y general Juan Pietri, ya mencionado, fueron ministros y encargados de la Presidencia de la República en la segunda mitad del siglo XIX.  

En la segunda mitad del siglo XX, descuella como abogado defensor de los derechos laborales y luchador democrático formado bajo los principios de la Doctrina Social de la Iglesia Católica, el diputado, senador y canciller de la República, Dr. Arístides Calvani, nombre epónimo del edificio sede de la Internacional Demócrata Cristiana en Bruselas. 

Intelectuales como Pedro César Dominici y juristas de renombre como los doctores Aníbal Dominici y Carlos F. Grisanti, presidente de la antigua Corte Federal y de Casación (Tribunal Supremo) y presidente del Congreso Nacional, desarrollaron sus aptitudes debido, en buena medida, a la cultura o formación francesa que le legaron sus padres corsos. 

El doctor Luis Francisco Calvani, en su artículo Los Corsos y Venezuela, aparecido en el diario El Universal de Caracas, el 19 de diciembre de 1951, hace un resumen de las familias de origen corso que con su empuje y espíritu de trabajo han realizado aportes importantes al desarrollo económico y cultural de Venezuela. A los Andes venezolanos llegaron, además de los Consalvi y los Paoli, las familias Branger Orsattoni y Semidey; a Maracaibo, los Besson y Roncajolo; a Bolívar, los Acquatella, Valery, Battistini, Liccioni, Pietrantoni, Cerani, Quenza y Tomassi; además de los Leoni y los Orsoni, estos últimos también de la Soledad, Estado Anzoátegui.  

En La Guaira se establecieron los Odoardo, Perichi, Morazzani y Calvini; en El Pilar: los Capecchi, Leonardi, Boschetti, Branconi, Guastini y Perenney; en Cariaco: los Mariani y Pietrini; en Yaguaraparo: los Felce y y Bonavita; en Carúpano: los Angeli, Antoni, Massiani, Dominici, Benedetti, Raffalli, Prosperi, Franceschi, Valentini, Vincenti, Tavera, Vincentelli, Giordani, Orsini, Lucca, Erminy, Blasini, Giuliani, Deffendini, Luchesi, Reymi, Santoni y Ricoveri;  en Yrapa: los Fornelli, Guisseppi, Antonetti y Georgetti; y en Río Caribe: los Pietri, Calvani, Franceschi, Venturini, Luciani, Loero, Antonorsi, Corsi, Mattei, Traversa, Rogliani, Benedetti y Grisanti.  

Apreciado Señor Embajador y distinguidos invitados: 

l’Association Culturelle Corses du Venezuela se sent honorée par ce geste octroyé par l’Ambassade de France à une Communauté vénézuélienne qui poursuit la prospérité de son pays en démocratie. L’Association souhaite arracher à l’oubli le patrimoine historique de nos aïeux français venus de Corse, pour ainsi continuer à resserrer les liens économiques et culturels entre la France, la Corse et le Venezuela. 

La Asociación Cultural Corsos de Venezuela se siente honrada por este gesto que la Embajada de Francia brinda a una comunidad venezolana que persigue la prosperidad de su país en democracia. La Asociación desea rescatar el acervo histórico de nuestros antepasados franceses venidos de Córcega para así continuar fomentando los lazos económicos y culturales entre Francia, Córcega y Venezuela.  

A Usted y a su distinguida esposa Martine, nuestras más sinceras gracias. 

Vive la France, Vive le Venezuela, Vive la Corse!.  

Muchas gracias.

 


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